Diversificar para descarbonizar: la clave de una matriz energética resiliente

Descubre con Inspenet la visión de Ana Laura Ludlow sobre cómo diversificar la matriz energética impulsa una transición segura, justa y baja en carbono.
Diversificación de la matriz energética para la descarbonización

La lucha contra el cambio climático y la necesidad de garantizar un suministro eléctrico confiable, asequible y sostenible han colocado a la matriz energética en el centro del debate global. La combinación de fuentes renovables, combustibles tradicionales y tecnologías emergentes se ha convertido en una de las estrategias clave para asegurar que habrá energía suficiente para abastecer a una población creciente, enfrentar los desafíos climáticos y garantizar el desarrollo económico de forma equitativa y sostenible. 

En 2021, la Agencia Internacional de Energía (AIE) publicó el histórico informe Net Zero by 2050: A Roadmap for the Global Energy Sector, en el que se traduce el objetivo de limitar el calentamiento global a 1.5 °C en una hoja de ruta concreta para transformar el sector energético mundial. Sin embargo, los avances desde su publicación han sido limitados. Lejos de reducirse, las emisiones de CO2 del sector energético alcanzaron un nuevo máximo en 2022 con 37 gigatoneladas (Gt), lo que evidencia una preocupante falta de progreso. La demanda por combustibles fósiles aumentó, así como las inversiones en su producción. Mientras tanto, el acceso a la energía se ha estancado y millones de personas continúan sin acceso a electricidad. (IEA, 2021)

De acuerdo con el mismo organismo, casi el 90% de los países han actualizado sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NCD) en el marco del Acuerdo de París. Si bien estas revisiones permitirían reducir en 5 Gt las emisiones proyectadas para 2030, la brecha respecto a los compromisos a largo plazo de emisiones netas cero sigue siendo enorme. A menos que se acelere de manera significativa la implementación de políticas y la adopción de tecnologías limpias, no se logrará el escenario de cero emisiones netas propuesto por la AIE.

Frente a este panorama, el World Economic Forum insistió en enero de 2025 en que la transición energética necesita una inversión anual de 4.5 billones de dólares. En su informe Financing the Energy Transition: Meeting a Rapidly Evolving Electricity Demand, alertó que solo el 15% de esta inversión llega a los países en desarrollo, a pesar de que estos concentran gran parte del crecimiento futuro en la demanda de energía. El documento resalta que garantizar la transición requiere sistemas que sean asequibles, resilientes y sostenibles. Esto implica facilitar el acceso a financiamiento a largo plazo y bajo costo para reducir los costos de capital. (World Economic Forum, 2025) 

Seguridad, asequibilidad y sostenibilidad: el trinomio de la transición energética.

Uno de los principales desafíos de esta transición es mantener la seguridad y asequibilidad energética. La seguridad energética no se limita al suministro continuo de electricidad, sino que también implica redes logísticas robustas, cadenas de suministro confiables y estabilidad política. 

La asequibilidad, por su parte, es clave para garantizar que las familias y las industrias puedan mantener su calidad de vida y competitividad. En este contexto, la diversificación de la matriz energética aparece como una estrategia fundamental. Contar con una combinación de fuentes que incluya energías renovables, gas natural, hidrógeno, bioenergía y almacenamiento permite reducir los riesgos asociados a la dependencia de un único recurso. 

Este enfoque facilita la integración progresiva de tecnologías limpias sin comprometer la estabilidad del sistema. La diversificación de la matriz energética es una estrategia que hace viable que las economías emergentes avancen hacia la seguridad energética y cumplan los objetivos de carbono neto cero para 2050. (Nibedita & Irfan, 2024).  

La evidencia empírica en Europa muestra señales de avance. Según Eurostat, la electricidad generada a partir de fuentes renovables alcanzó el 47% en 2024 dentro de la Unión Europea, lo que marca un hito en la transición hacia una economía baja en carbono. (Eurostat, 2025) 

La alianza electrón-molécula: el gas natural como pilar de transición. 

En este camino hacia una matriz energética diversificada, la alianza entre el electrón y la molécula se vuelve indispensable. Mientras las energías renovables como la solar y la eólica ganan terreno en generación eléctrica —el dominio del electrón—, el gas natural sigue jugando un papel clave como respaldo flexible y menos contaminante dentro del universo molecular. 

El gas natural, gracias a su capacidad para estabilizar la red, sustituir combustibles más intensivos en carbono y facilitar la integración de fuentes renovables intermitentes como la solar y la eólica, se ha consolidado como un aliado estratégico en la transición energética. En regiones como México, donde aún existe una infraestructura considerable basada en combustibles fósiles y una demanda creciente de energía en zonas urbanas e industriales, el aprovechamiento del gas natural puede ofrecer una ruta de descarbonización más viable a corto y mediano plazo. 

El uso de este combustible permite reducir de manera inmediata las emisiones del sector eléctrico, al mismo tiempo que se construyen las condiciones técnicas, financieras y sociales necesarias para una mayor participación de energías limpias en el futuro. Además, al tratarse de un recurso ya disponible en el país, su uso racional puede generar empleos locales, evitar una transición energética abrupta que afecte a las comunidades más vulnerables y asegurar precios accesibles para la población. Integrar el gas natural dentro de una matriz energética diversificada es una decisión técnica y un paso necesario hacia una transición justa: una que no deje a nadie atrás y que tenga en cuenta tanto los desafíos climáticos como las realidades económicas y sociales del territorio.

En este escenario es importante mencionar que las tecnologías de almacenamiento, especialmente las baterías de nueva generación, adquieren un papel protagónico como complemento a la diversificación. La capacidad de las baterías para almacenar energía cuando la generación es abundante y liberarla cuando la demanda aumenta o las condiciones climáticas no permiten la producción renovable, representa un avance técnico crucial para garantizar un suministro eléctrico continuo y equilibrado. 

Al considerar tanto la diversificación como el uso de tecnología de almacenamiento se amplifica el potencial de las energías limpias al reducir su intermitencia y aumentar su competitividad frente a las fuentes tradicionales. En países como México, con alta radiación solar y zonas con potencial eólico, el desarrollo de sistemas de almacenamiento robustos puede marcar la diferencia entre una transición viable y una fallida. 

Con todo, una matriz energética diversificada, complementada por el gas natural y tecnologías de almacenamiento, constituye un modelo más resiliente, justo y adaptable a los retos del siglo XXI. No se trata de elegir entre una fuente u otra, sino de construir una sinergia inteligente entre moléculas y electrones, entre innovación tecnológica y justicia social. Porque el verdadero desafío de la transición energética no es solo reducir emisiones, sino asegurar que el cambio beneficie a todas las personas, en todos los territorios.


Este artículo fue desarrollado por el especialista Ana Laura Ludlow y publicado como parte de la quinta edición de la revista Inspenet Brief Agosto 2025, dedicada a contenidos técnicos del sector energético e industrial.