Hoy por hoy, el mantenimiento está destinado a ser uno de los pilares fundamentales de toda empresa que se considere eficiente y competitiva. Una forma de conceptualizar el mantenimiento, es definirlo como el conjunto de acciones técnicas o administrativas, que permiten conservar o restaurar un sistema productivo a un estado en el que pueda cumplir una función requerida; esto es, prevenir la ocurrencia de fallas e identificar y eliminar las causas del funcionamiento deficiente de los equipos e instalaciones, así como ejecutar las acciones correctivas requeridas eficientemente y a costos óptimos.
Alcanzar niveles de clase mundial en el desempeño del proceso de mantenimiento implica formular planes y objetivos estratégicos ambiciosos alineados con elevados estándares tecnológicos, de calidad y eficiencia en el desarrollo de la cadena de valor de mantenimiento.
Podemos decir con certeza que la gestión de la cadena de valor estará incompleta si no cuenta con un proceso sistemático y continuo de monitoreo, medición, evaluación y mejora de la misma.
Con frecuencia nos preguntamos ¿por qué medir, evaluar y controlar la gestión del mantenimiento? Sencillamente, porque necesitamos saber cuán eficiente es la aplicación de la política de mantenimiento que se ha planificado para el entorno productivo de la empresa y los activos que la conforman y por otra parte, porque es necesario conocer y cuantificar las brechas existentes para definir o redefinir los planes de mejora continua que permitirán alcanzar esos estándares de clase mundial que tanto perseguimos.
Un elemento central del modelo de control de gestión y la cadena de valor, lo constituyen LOS INDICADORES DE GESTIÓN, los cuales deben ser formulados a niveles macro, intermedio y básico de la organización y deben también medir todas las fases, procesos y subprocesos.