Inspenet, 26 de agosto 2023.
Algunas áreas del Ártico están experimentando niveles de nieve más altos de lo habitual, lo cual está acelerando el proceso de deshielo en las reservas de carbono contenidas en el permafrost congelado desde hace mucho tiempo.
Dicho proceso está resultando en un incremento en las emisiones de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono y el metano, tal como advierte un reciente estudio liderado por científicos del sistema terrestre de la Universidad de California en Irvine.
“Es el primer experimento a largo plazo en el que medimos directamente la movilización de carbono antiguo durante todo el año para mostrar que la nieve más profunda tiene la posibilidad de movilizar carbono con bastante rapidez en las profundidades del suelo”, explicó en un comunicado Claudia Czimczik, profesora de ciencias del sistema terrestre y autora principal del estudio, que aparece en AGU Advances.
Así mismo, respalda la idea de que las emisiones de carbono del permafrost contribuirán a los niveles atmosféricos de dióxido de carbono, que ya están aumentando.
Estudio en el Ártico
La recolección de datos para el estudio se realizó en el marco del Experimento Internacional de la Tundra (ITEX), situado en el lago Toolik en Alaska. Este experimento, que inició en 1994 bajo la dirección del coautor del estudio, Jeff Welker, de la universidad local, originalmente tenía como objetivo comprender cómo la capa de nieve más profunda afectaría a los ecosistemas de la tundra ártica.
En años recientes, el equipo llevó a cabo investigaciones en el sitio ITEX y encontró que un ecosistema ártico común, conocido como tundra de matas, había comenzado a liberar dióxido de carbono almacenado durante todo el año. Esto se debió al deshielo del permafrost bajo la capa de nieve, que había sido tres o cuatro veces más profunda que la media registrada a lo largo del tiempo desde 1994.
Cuando se inició la investigación, tanto el equipo de Welker como los científicos del clima no anticiparon que la manipulación experimental para aumentar la profundidad de la nieve resultaría en un derretimiento tan acelerado del permafrost.
“Estos hallazgos sugieren que la estabilidad del permafrost en el Ártico de Alaska y posiblemente a nivel mundial, puede responder con bastante rapidez a los cambios en las condiciones de nieve del invierno en el Ártico, donde esa época del año puede durar hasta ocho meses”, añadió. “Las retroalimentaciones del clima invernal como ésta son una característica de la tundra que no se había reconocido ni apreciado anteriormente”.
Según Czimczik, los resultados del equipo indican que aunque la emisión de gases que generan el calentamiento global, como el CO2, cesara de manera inmediata, las emisiones provenientes de las fuentes del Ártico persistirían.
Hasta la fecha, los modelos de cambio climático utilizados por organizaciones como el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático para prever distintos escenarios de este fenómeno no consideran las emisiones provenientes del permafrost, en parte debido a su difícil cuantificación. Sin embargo, Czimczik y su equipo desarrollaron sensores en la Universidad de California en Irvine y pudieron medir estas emisiones de manera directa en su lugar de investigación en el Ártico.
En 2019, los sensores fueron instalados por el estudiante Shawn Pedron y el investigador posdoctoral de la Universidad de Alaska, Gus Jespersen.